El verano pasado pasamos una de esas tardes entrañables. Nos reunimos en Asturias, en Ujo, con esos primos que ves poco pero que siempre están ahí. Cómo no, hablamos de la familia y, por supuesto, de Tomás “el coplero”. Esa tarde mirando los diferentes documentos de la familia me comprometí a escribir sobre Tomás y aquí cumplo mi palabra.
La historia siempre lleva dos caminos paralelos, uno es el oficial, ese que está recogido en los archivos oficiales, en los manuales de historia, en las enciclopedias, en alguna buena novela… y el otro es el conservado en la memoria colectiva y en los “archivos parroquiales”. Hasta no hace demasiado tiempo el único espacio oficial reservado a los “nadies”.
Estoy convencido que el camino “oficial” no hace la vida. Este condiciona, normalmente no para bien, el otro camino; pero la historia, la vida, se va tejiendo desde el hacer diario de quienes no saldrán nunca en un libro de historia pero que son los principales artífices de la misma.
Con esta idea os presento un personaje “histórico” que hizo su vida en nuestro querido Fuentes y desde allí recorriendo muchos caminos.
De este hombre siempre oí hablar en casa, era el abuelo de mi abuela Felisa (madre de Cándido) que vivió en la casa de Fuentes que luego fue de mis abuelos Francisco y Pilar, casa donde nació mi madre y que hoy son dos viviendas.
Este hombre es Tomás Barrientos Pérez, nacido el 28 de octubre de 1857 en Fuentes y fallecido en su pueblo el 1 de diciembre de 1919. Formó parte de una familia de siete hermanos, de estos dos marcharon a América y nunca más se supo de ellos (no todo el que marchaba hacía las Américas, muchos quedaban por el camino), que contrajo matrimonio dos veces, primero con Gregoria Gutiérrez, una mujer de Cuenca de Campos (Valladolid) con la que tuvo siete hijos y en segundas nupcias con Ana Gutiérrez, hermana de Gregoria. Esto era algo común, el viudo se casaba con una hermana de la difunta ya que se le suponía mayor vinculación afectiva hacia los hijos huérfanos (en el sur se mantuvo mucho tiempo esta tradición, reflejado en “La casa de Bernarda Alba” de F. G. Lorca).
Su domicilio siempre estuvo en Fuentes, primero en el domicilio de sus padres, en la C/ Vegas nº 5 (eso consta en la partida de nacimiento de su hija mayor, Aquilina) y después en la C/ de la Hera 11 (donde nacieron su hija Lucía y unos cuantos nietos, entre ellos Felisa, madre de Cándido, que luego marcharon a vivir a Carbajal). Esta casa se vendió (no el mismo Tomás, seguramente, si sus herederos) a Francisco y Pilar.
Seguro que el que haya leído hasta aquí preguntará ¿Qué tiene de peculiar la historia de este Tomás? La peculiaridad es que este Tomás fue un hombre ciego. Lo que me ha llegado es que perdió la vista siendo un chaval de “un susto”. Se contaba que llegaron al pueblo uno de aquellos grupos trashumantes que iban con sus carros y su vida de un lado a otro haciendo alguna chapuza y, sobre todo, trapicheando y que Tomás presenció algún altercado en el que asomó un cuchillo. El corrió a su casa y al día siguiente se levantó sin vista (hoy diríamos que pudo tener una subida extrema de azúcar, una subida de tensión que le afectó a la vista…). El caso que este chaval se quedó sin vista y tuvo que ganarse la vida de otra forma diferente a lo que se hacía en el Fuentes del Siglo XIX.
Tomás aprendió con otra persona (lo he oído pero no recuerdo de quién) a tocar la guitarra y a partir de aquí se dedicó a ser “coplero”. En la partida de nacimiento de su hija Lucía (nacida en Fuentes en 1887 y fallecida en Asturias en la década de los 70) consta que su padre Tomás Barrientos tiene de oficio “coplero”.
Él era uno de los noticieros de la época, iba por pueblos grandes (había que tener público), relatando de forma teatral romances de asesinatos, engaños a doncellas… coplas que reflejaban la historia más oscura del país y que alimentaba la curiosidad de una población que no tenía más medio de comunicación que la transmisión oral (los periódicos eran para los privilegiados de las capitales que supieran leer).
Contaban de él que era un tío listo, que se ganaba bien la vida y que sus hermanos siempre le esperaban, él era el único que tenía “dinero”, los demás se mantenían dentro de una economía de subsistencia basada en el trueque.
Mi abuela, Felisa (Fuentes 1900 – Pamplona 1989), contaba que de chica le acompañó varias veces a las ferias y que recordaba con mucho cariño como del dinero que había sacado el abuelo le montaba en aquellos carruseles de la época.
Ahora cada vez que camino por la ciudad y veo una persona que toca música en la calle le echo una moneda recordando a mi tatarabuelo Tomás, un hombre que con sus coplas sacó adelante una familia de la que yo soy heredero.
Jesús Barrientos González y Cándido González Gaitero
(Sin su documentación esto no se hubiera podido escribir)
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